La leishmaniosis canina, considerada endémica en toda la zona del mediterráneo, representa un conjunto de enfermedades infecciosas causadas por protozoos. Es de las patologías más comunes y peligrosas en los caninos, que se produce por un cuadro infeccioso generado por la picadura de los mosquitos flebótomos.
Aunque esta forma de contagio no es la única demostrada, pudiendo existir otras como mordeduras entre perros contagiados, de manera venérea, a través de la sangre o desde la mamá a los cachorros, la mayor incidencia la tiene el contagio por picadura.
La presencia del mosquito y, en consecuencia, el riesgo de contagio de la enfermedad varía mucho dependiendo de la zona geográfica y el tipo de clima que incide en él. Así, las temperaturas altas, niveles mayores de humedad, el hacinamiento y la falta de agua regular, aumentan significativamente los riesgos para los perros.
¿Cómo reconocer la leishmaniosis en el perro?
Una pregunta clave es cómo saber si el perro está contagiado con esta infección. Más allá de si estás o no en una zona de riesgo y si sabes que ha habido otros casos en el área, para asegurarte si tu perrito está contagiado, debes estar atento a los siguientes indicadores:
- El perro pierde peso, a pesar de que sigue comiendo lo mismo y en las mismas proporciones.
- A veces se presenta lo contrario, y disminuye significativamente el apetito.
- Cambia su comportamiento de juego e interés por pasear o correr.
- Presenta vómitos y diarrea, así como fiebres altas.
- Comienza a tomar más agua de lo normal, pero no orina de más.
- Palidez en las mucosas.
- Aparición de extrañas zonas calvas.
- Pequeños bultos en la piel.
- Uñas con colores extraños y largo irregular, incluso quebradizas.
- Descamación frecuente.
- Lagrimeo constante.
- Inflamación de párpados.
- A veces, se presentan cojeras y sangrados nasales.
¿Cómo comprobar que se trata de leishmaniosis?
El primer indicador para el veterinario será la combinación de muchos de los signos y síntomas que han sido descritos líneas arriba. Sin embargo, a partir de allí comenzará un proceso de descarte de los mismos en relación a diversas enfermedades.
Lo primero será realizar la toma de muestras de sangre y orina, en donde se verá reflejada la anemia causada por la infección, picos altos y bajos de glóbulos blancos, y probable caída abrupta de las plaquetas.
Además, uno de los puntos delicados de la enfermedad es que afecta directamente el funcionamiento de los riñones y el hígado, por lo que los valores sanguíneos ligados al funcionamiento del riñón se mostrarán alterados.
Con todos estos exámenes con alteraciones, se realizarán pruebas avanzadas para la detección de los anticuerpos relacionados con el parásito en cuestión. A través de estudios de biología molecular, los especialistas darán con la presencia del mismo e incluso podrán hacer un conteo de los parásitos, para reconocer el estado de avance de la enfermedad en el sistema.
Hay que tener en cuenta que existen perros que dan positivo en estas pruebas aun sin presentar síntomas y sin estar enfermos. Probablemente serán los mismos perros que no estarán enfermos jamás, a menos que se presente una caída abrupta de sus niveles de las defensas y dé paso al virus.
Esto tiene que ver con que algunos perros desarrollan por sí mismos en su sistema inmune los anticuerpos necesarios para estar expuestos al parásito sin enfermar. De esta manera, aunque pueda encontrarse alguno de ellos en sangre o en tejidos, tienen resistencia las manifestaciones clínicas.
Tratamiento de la leishmaniosis canina
El primer punto a destacar es que la enfermedad como tal no se cura. Los parásitos disminuyen su rango de acción y, así, el perro tiene la oportunidad de subir sus defensas y reponerse de los síntomas, pero no saldrán de su sistema.
A partir de ahí, el tratamiento en sí va a depender del grado de complicación de la enfermedad y de los sistemas que estén involucrados. Si ha llegado a afectar el sistema renal o hepático, una de las claves del tratamiento será la farmacología para el restablecimiento de estos sistemas.
Incluso, puede ser necesario considerar algún tipo de hemodiálisis o trasplante en casos extremos.
Si, por el contrario, la enfermedad no ha llegado a avanzar demasiado, se realizan tratamientos farmacológicos sencillos que involucren pentavalentes como anfotericina B, la pentamidina y el ketoconazol, que son administrados tanto en inyecciones como oralmente, de forma alterna.
Sin embargo, un punto clave del proceso es la alimentación del perro. Un cambio total en los hábitos alimenticios, con una dieta rica en nutrientes y proteínas, será el mejor aliado para que el cuerpo del perro pueda combatir la infección.
¿Cómo se puede prevenir la leishmaniosis canina?
No descartes el repelente: Si tú y tu perro vivís en zonas de riesgo y en donde se han presentado casos de la infección, tanto en perros como en humanos, es importante que consigas repelente para insectos de aplicación canina.
Ya sea administrado en forma de collar o con pipetas, este producto evitará que el mosquito pueda picar al perro. Sin embargo, si el contagio ya ha ocurrido, el repelente no tendrá ningún efecto sobre la presentación de los signos de la enfermedad.
Al día con las vacunas: Sobre todo con los perros que viven en zonas de riesgo, pues allí es donde más se ve la necesidad y aplicación de la vacuna. Aunque la misma no es totalmente eficaz para evitar la aparición de la enfermedad, sí ayuda en la presentación de los síntomas, suavizando el impacto.
Cuidar y reforzar el sistema inmune del perro: Es importante que el animal lleve una dieta equilibrada y que nos asesoremos con el veterinario acerca de alimentos y suplementos que podamos darle para ayudar a su sistema inmune a progresar, estabilizarse y, sobretodo, fortalecerse de cara a cualquier enfermedad.
Cuando se trata de la leishmaniosis, la prevención es la clave; tener el ojo puesto en cualquier síntoma que pueda presentar el perro y acudir al veterinario si alguno de ellos aparece es lo más recomendable para el cuidado del animal.
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