La hepatitis infecciosa canina es una patología muy grave que ataca principalmente a cachorros y adultos y que es producida por un virus que afecta a distintos órganos, en especial al hígado y los riñones. Aunque se considera una enfermedad controlada, aún se presentan algunos casos, en especial, entre perros que no han sido vacunados de forma oportuna.
Causada por el virus adenovirus canino tipo 1, la hepatitis infecciosa canina tiene como principal fuente de infección la ingesta de heces, orina, secreción nasal o saliva de animales infectados. Este virus es tan potente que, aun cuando el perro ha sido curado, puede llegar a transmitirlo durante varios meses más.
Este virus tiene un periodo de incubación de alrededor de 7 días y su resistencia es tal que puede permanecer en el ambiente semanas enteras, siendo inmune a distintos productos antisépticos.
Los espacios cerrados permiten que la hepatitis infecciosa canina se propague con mucha rapidez, generando el riesgo de la aparición de una epidemia. Esta enfermedad resulta letal en los perros más jóvenes, quienes pueden perecer en muy pocas horas si no reciben la atención de emergencia debida.
¿Cuáles son los síntomas de la hepatitis infecciosa canina?
Es importante saber que el riesgo de muerte es muy alto en este tipo de hepatitis, aun cuando el animal recibe el tratamiento. En un principio, esta enfermedad afecta los tejidos linfáticos de la zona alrededor de la cabeza del animal, para luego extenderse a los riñones y al hígado.
Al igual que otras patologías, los síntomas de la hepatitis infecciosa canina pueden variar, dependiendo de su gravedad.
Así, usualmente, el perro suele mostrar decaimiento o falta de energía durante gran parte del día. Además, presenta temperatura alta e inflamación de las amígdalas. La amigdalitis, una enfermedad muy poco común en los perros, así que puede representar una alerta de que el animal tiene la infección.
En las primeras manifestaciones de la enfermedad, el animal presenta también un enrojecimiento de las membranas mucosas y el agrandamiento de los ganglios linfáticos que se encuentran bajo la mandíbula.
Conforme avanza la enfermedad, el perro suele tener poca tolerancia a la luz directa, así como pérdida de apetito, diarrea y vómitos. En su fase aguda, la hepatitis infecciosa canina produce una coloración amarillenta de las mucosas, el sangrado de las encías y la inflamación del hígado, además de insuficiencia hepática y dolor abdominal.
La mayoría de los decesos se producen en esta etapa; se estima que 2 de cada 10 animales mueren en el estado agudo de la enfermedad, por lo que resulta clave la atención veterinaria para sobrevivir a esta fase y lograr la completa recuperación del perro.
Cuando la infección se presenta en los cachorros jóvenes que no han sido vacunados, se produce una inflamación del abdomen, lo que les puede producir la muerte en tan solo unas cuantas horas. En ciertos casos, el propio sistema inmune del animal lo protege al ataque de los virus.
Diagnóstico de la hepatitis infecciosa canina
El profesional veterinario es el encargado de realizar los análisis pertinentes para hacer un diagnóstico exacto. Para ello, tomará en cuenta los síntomas que presenta el animal y su historial clínico.
Tanto la observación de los síntomas presentados como la revisión de su historial son elementos suficientes como para realizar el diagnóstico clínico, no obstante, pueden ser necesarias pruebas complementarias para la confirmación de la enfermedad.
En esos casos, la realización de una biopsia de ganglio o del hígado complementadas con pruebas de ADN pueden ayudar a identificar la presencia del virus de la hepatitis infecciosa.
¿Cuál es el tratamiento disponible para esta enfermedad?
El tratamiento de esta enfermedad es sintomático, debido a que no existe una terapia específica que actúe sobre el virus. De acuerdo a la fase en la que se encuentre, el veterinario puede determinar el uso de antibióticos para atacar infecciones bacterianas secundarias.
Además, suele recetar algunos medicamentos para disminuir los vómitos, la diarrea, los problemas de coagulación de la sangre y la insuficiencia hepática. Sin embargo, hay que tener presente que el virus ataca principalmente al hígado, disminuyendo su capacidad de eliminar el medicamento digerido.
Por ello, el veterinario mantiene al animal en observación, pudiendo determinar la suspensión de la ingesta, la disminución de la dosis o el alargamiento de los plazos de administración.
Prevención y cuidados de la hepatitis infecciosa canina
La vacunación oportuna es la mejor forma de prevenir la hepatitis infecciosa canina. Esta vacuna forma parte de los planes de vacunación de los cachorros por lo que es esencial cumplir con el calendario dispuesto, así como de la aplicación de los refuerzos si son necesarios.
Si el perro ha sido infectado y se encuentra en su periodo de recuperación, es importante que evite todo tipo de esfuerzo físico. Aunque en apariencia se muestre recuperado, es preciso esperar un tiempo más antes de realizar alguna actividad física, incluyendo el salir a pasear.
Es necesario alimentar al perro con una dieta especial recomendada por el veterinario, la cual ayuda al descanso del hígado.
Resulta indispensable aislar a los perros que han sido infectados con el virus y a quienes han estado en contacto con ellos, además, se deberán tomar las medidas de higiene necesarias para evitar la propagación de la enfermedad.
En caso de que tu mascota presente algunos de los síntomas anteriormente descritos, es necesario descartar la presencia del virus de la hepatitis infecciosa canina; para ello, deberás llevarla de inmediato al veterinario quien realizará los exámenes necesarios para detectar y/o descartar la enfermedad.
Ten en cuenta que la vacunación contra la hepatitis infecciosa canina es la forma más segura de prevenir la enfermedad y asegurar la salud del animal. Además, es aconsejable realizar una visita regular a la veterinaria, a fin de descartar cualquier problema desde su fase inicial.
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